“Primera cita con un hombre beta pussy free” (DOMINACIÓN FEMENINA Y PUSSY FREE)

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(Relato especialmente dedicado a mi amigo guapo que está en castidad… espero lo disfrutes)

Después de varias conversaciones a través de una app de ligue y analizar bien tu perfil, decido aceptar tu invitación a salir. Para la ocasión, plancho mi ondulado cabello castaño para que quede completamente lacio, me enfundo en un vestido negro y complemento mi outfit con unos tacones en punta de 10 cm. Opto por un maquillaje sencillo en tonos rosas. Antes de salir, meto una venda en mi bolso de mano y un juguete extra.

Llego al restaurante a la hora citada y te veo destacar entre la multitud. Te pones de pie y nos damos con un doble beso en las mejillas. Me siento frente a ti y te agradezco por tu iniciativa, ya que te has adelantado a pedir unas bebidas para ambos. Doy un sorbo al té helado mientras mis pies se balancean bajo la mesa.

Estoy por preguntarte algo, para aligerar tu nerviosismo, cuando tu teléfono celular empieza a vibrar. De inmediato subo mi pie y presiono tu entrepierna con la punta de mi tacón mientras te pregunto:

—¿Llamada importante? Puedes responder si lo deseas... —digo presionando todavía más tus bolas.

—No… no es nada… —dejas que siga sonando el celular y lo apagas inmediatamente después de que cortaron la llamada.

—Como gustes. Disculpa, ya vuelvo, voy al tocador —me pongo de pie, pero en eso un mesero que pasa por ahí choca conmigo y derrama accidentalmente parte de una bebida en mi vestido.

No contenta con ver su cara apenada, le doy una patada limpia directo a sus testículos que lo tumba de inmediato al suelo. Tras esto, tú también te indignas así que pagas la cuenta y tomas mi mano para salir de ahí. Yo estoy esperanzada de que tengas un plan B o sepas a dónde más llevarme para seguir la acción.

Intrigado y analizando la situación, piensas para adentro que esta puede ser tu oportunidad para ir a ese local, a ver qué pasa y cómo reacciono.

Ves un taxi de lejos y más decidido que nunca me coges de la mano y avanzamos rápido hasta el taxi.

—A la calle Bilbao 23, por favor —dices.

A estas horas apenas hay tráfico y nos mantenemos cerca en los asientos traseros, pero callados. Tú no dejas de mirarme de reojo, pensando cómo mi pose imponente te provoca una erección mientras yo voy echándome aire con las manos para que se seque más rápido mi vestido. Al cabo de poco el taxi se para. Bajamos y estamos justo delante, El Unicornio Negro se llama el local. La entrada me recuerda a la puerta de una mazmorra.

—Ya verás, te va encantar Ana, espero no equivocarme.

Al entrar nos recibe un hombre calvo y fortachón que lleva un collar de perro en el cuello. Nos pide una disculpa de antemano pues el lugar tiene goteras así que hay un gran charco de agua justo delante de nosotros y tú, con tal de que no me moje mis pies, rápido te colocas en el piso, como si fueses un tapete humano.

Yo entiendo lo que intentas hacer, así que te piso para llegar segura al otro lado. Mi tacón de punta te presiona un poco en la espalda, pero no lo suficiente para que gimas.

—Mi acompañante es todo un caballero, quiere quedar bien —le comento al hombre de la entrada y miro el ambiente alrededor.

El bar claramente está ambientado en el BDSM. Aunque hay mesas y personas tomando cocteles y bebidas refrescantes, al prestar más atención se observa que en algunas mesas hay personas sentadas en sofás y otras en el suelo, quienes en vez de vasos tienen comederos. Además, en algunas esquinas hay personas atadas a una correa como si fueran perritos que estuvieran esperando a que sus dueños y dueñas terminen sus quehaceres. Incluso hay una jaula con una mujer dentro.

Al final del local también hay una escalera de espiral que va hacia arriba y abajo. Te pones de pie y limpias el polvo de sus pantalones mientras nos dirigimos a una mesa para pedir dos cervezas de momento.

Me miras buscando mi aprobación del lugar, deseoso de confirmar si me gusta el BDSM para poder hablar abiertamente del tema, deseoso de sacar el tema. Solo así sabrás si leí bien todo tu perfil y sé qué es lo que te gusta.

Noto que la gente de la barra te saluda como si te conociera, pero de una forma rara: te ubican como cliente regular, pero al mismo tiempo evitan verte a la cara y se dirigen enteramente a mí. Es como si fueses gris comparado conmigo, ya que las preguntas y atención la dirigen totalmente a mí. Incluso a mí me dieron las dos cervezas y ya llevaba la mía a la mitad hasta que reaccioné que yo debía darte la tuya y darte el permiso para que te la tomaras.

—Así que esto te gusta —Con el calor de mis palabras y de la cerveza te desabotonas un poco la camisa y veo marcas en tu cuello, pero evito decir algo al respecto. En vez de eso, estiro mi pierna de nuevo y por accidente derramo un poco de bebida en mi tacón.

—Sé bueno y límpiame, por favor…

Al escuchar esas palabras noto el calor en tus mejillas y no puedes evitar dibujar una sonrisa. Casi sin mirarme a los ojos, coges una servilleta con la mano… pero rápidamente te cojo de la muñeca y te digo:

—No, tonto, ya sabes cómo debes limpiarlo —Te revuelvo tu cabello esperando que seas bueno.

Te arrodillas y te pones en cuatro a raz del piso, coges con delicadeza mi pierna izquierda y empiezas a lamer ese tacón que desde que te viste entrar por la puerta del otro bar deseabas probar.

Mientras lames y limpias notas cómo voy moviendo mi zapato, jugando con tu boca y te entretengo con esa tarea hasta que termino de empinarme mi cerveza antes de que esta comience a calentarse. Incluso te hice lamer toda la suela de mi calzado; y en un punto medio, mientras jugabas con mi tacón, te pedí que abrieras la boca y dejé entrar la punta de mi zapato hasta casi atragantarte, la saqué y volví a meter un par de veces más. Como premio, bebí un poco de cerveza, sin pasármela, y luego te toqué el mentón suavemente para que abrieras la boca y dejé caer el chorro directo a tu boca, que tragaste gustoso.

De repente, desde tu inferior posición, percibes una presencia cerca, una sombra de alguien corpulento y escuchas:

—Hola, Señorita, bonito perro, veo que es útil para algo, ¿me permites acompañarte a una cerveza?

Levantas la mirada y ves un chico atractivo y fuerte. Te pones nervioso.

La sala VIP de siempre, por favor —digo.

Sí, Señorita Ana —me responden, a lo que te quedas atónito pues te da a entender que yo también ya había estado ahí.

Sin voltear a ver al infeliz que nos ha arruinado nuestro momento, te invito a ponerte de pie. Saco un cinto de mi bolsa y lo ajusto alrededor de tu cuello, giro al frente y camino contigo fiel detrás de mí mientras llegamos a la sala en cuestión.

Lo siento, no tolero a los fortachones… además, hoy quiero que seamos exclusivos solos tú y yo —digo excusándome, como si me hubieras preguntado por qué rechacé a ese tío.

Al entrar, vez solo una cama y una mesa con varios juguetes y objetos random. Estás anonadado al escuchar mi reacción y te alegras de cómo me he desecho de ese chico y te estoy concediendo esta noche en exclusividad… Mejor de lo que te podrías imaginar. Alzas la mirada todo lo que el collar te permite y ves todo tipo de juguetes y objetos: Desde diferentes tipo de dildos, cadenas, antifaces, floggers y hasta una mordaza que simula una boca abierta.

—Bueno, ¿a que te apetece jugar hoy, Perrete? —te digo con cara autoritaria pero dulce, una faceta que aún no habías descubierto.

Miras todos los juguetes, pero tu vista se clava en las ataduras que hay en cada esquina de la cama ya que, aunque te cueste reconocerlo, quieres que te folle el culete.

Vamos directo a la cama y me siento en ella. Apenas rozo tu pantalón con mis uñas y te pido que te lo bajes a media cadera. Tú obedeces y voy y tomo un gran dildo, de unos 22 cm. Te digo que hoy follará lo que sea más grande, tu polla… o el dildo que tengo en la mano. Tú continúas sudando, así que te dejo que te quites los zapatos; ahora solo llevas la camisa y los boxers.

Pongo el dildo en mi boca y lo relamo para luego meterlo en tu boca hasta atragantarte.

—¿Crees ganarle a mi dildo? —digo, y un par de dedos me basta y sobra para darte un pellizco en las bolas.

Sin darte tiempo a reaccionar por el dolor, bajo de golpe tus boxers y veo que llevas puesto un dispositivo de castidad. Me arrodillo y me acerco muy lentamente:

—No te muevas —te ordeno.

Me acerco al punto de que mi lengua casi roza tu polla en castidad, pero en vez de tocarla solo pongo al lado, sobre tu pierna, el dildo para comparar el tamaño. Evalúo tu polla contra el dildo muy seriamente, como si fuese jueza de un importante certamen; y al final te dejo que sostengas el dildo en la mano:

—Ten, para que sientas lo que es tener algo grande —digo mientras voy por un antifaz y te lo coloco suavemente.

Te doy un beso en la mejilla y un mordisco en la oreja. Te llevo lentamente a la cama y dejo que te subas para ponerte en cuatro. Te quito el dildo, y luego me coloco un guante en una mano y comienzo a rozar tu espalda con ese frío material. Alterno entre rozarte con el guante y sin este para provocarte diversas sensaciones de calor y frío, complacida de cómo gimes en una y otra situación.

Después paso a lo importante: Masajeo tu culo respingado e inserto un dedo de la mano en la que traigo guante. Lo meto de lleno y juego a meterlo y sacarlo mientras te balanceas adelante y atrás. Luego uso dos dedos, y finalmente tres. Poco a poco tu culo abierto exige que meta en este algo más grande, así que antes de que te arrepientas acerco una a una las ataduras que hay en la cama para sujetarte ambas manos y pies con estas. Una vez que termino la tarea te pido que levantes el culo lo más que puedas y después de volver a lamer el enorme dildo de la punta al fondo te lo ensarto.

Tu sudoración y gemidos me dan a entender que disfrutas esto, ya que tu jaula impide que tengas una erección (si acaso apenas liberas unas gotas de presemen). Yo juego a follarte por unos cuantos minutos, ensartándolo todo. Al final, te quito la venda de los ojos, Me acerco a tu rostro y te doy el dildo a lamer, pidiéndote que lo dejes muy limpio…

Tu Aftercare de hoy

Masajeo muy bien tu culo recién follado y te doy una suaves nalgaditas mientras te susurro “Qué buen chico eres”. Una vez que te quito las ataduras te pones la ropa de nuevo y nos sentamos en la cama. Beso las marcas que dejaron las ataduras en tus manos y luego acaricio tus marcas en el cuello del sitio donde te sujeté con el cinto y donde sueles usar tu collar de perro.

—Sí me fijé muy bien en tu perfil completo antes de aceptar salir contigo, ¿sabes? Y estuve buscando específicamente sobre tu fetiche favorito… ese de ‘pussy free’. Admito que no sabía nada del tema, pero ya he aprendido algunas cosas… tal vez las podamos practicar en una próxima salida. Claro, si quieres volver a verme…

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