“El regalo perfecto: Poder y Sumisión en San Valentín” (DOMINACIÓN FEMENINA)

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El apartamento estaba decorado con velas y pétalos de rosa, creando una atmósfera íntima perfecta para San Valentín. Javier, un hombre sumiso y devoto, había pasado semanas planeando el regalo perfecto para su dominante esposa, Laura. Sabía que este día era especial, y quería demostrarle su amor y lealtad de una manera que ella nunca olvidaría.

Laura llegó a casa después de un largo día de trabajo, sorprendida por la escena que la esperaba. Javier estaba arrodillado en el centro de la sala, vestido con un traje elegante y sosteniendo una caja envuelta en papel rojo.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Laura, arqueando una ceja con curiosidad.

—Es tu regalo de San Valentín —respondió Javier, con una mezcla de nerviosismo y emoción—. Pero no lo abras todavía. Primero, quiero que me acompañes a un lugar.

Laura sonrió, intrigada. Sabía que Javier era creativo, pero esto superaba sus expectativas. Lo siguió hasta el auto, donde él le vendó los ojos con un pañuelo de seda.

—Confía en mí —dijo Javier, guiándola con suavidad.

Después de un corto viaje en automóvil, llegaron a su destino: un exclusivo spa privado que Javier había reservado para la ocasión. Laura se quitó la venda y miró a su alrededor, impresionada por la elegancia del lugar.

—¿Un spa? —preguntó, sonriendo—. Esto sí que es un regalo.

Javier asintió, sintiendo una oleada de alivio al ver su reacción.

—Pero no es solo un spa —dijo—. Es una experiencia diseñada especialmente para ti.

Laura lo miró con curiosidad mientras un recepcionista los guiaba a una suite privada. La habitación estaba decorada con velas y flores, y en el centro había una bañera de hidromasaje lista para ser usada.

—¿Y cuál es tu papel en todo esto? —preguntó Laura, mirando a Javier con una sonrisa juguetona.

—Soy tu sirviente por esta noche —respondió Javier, arrodillándose frente a ella—. Todo lo que desees, será hecho.

Laura sonrió, disfrutando de la sumisión de Javier. Sabía que este era su lenguaje de amor, y estaba dispuesta a aprovechar al máximo la experiencia.

—Muy bien —dijo, sentándose en un sillón—. Empieza por quitarme los zapatos.

Javier obedeció, deslizando los zapatos de tacón de Laura con cuidado. Luego, comenzó a masajear sus pies, usando técnicas que había aprendido especialmente para la ocasión. Laura cerró los ojos, disfrutando del placer que le proporcionaba su sumiso esposo.

—Eres muy bueno en esto —murmuró ella, reclinándose en el sillón.

Javier sonrió, sintiendo una oleada de satisfacción. Sabía que su devoción era lo que más disfrutaba Laura, y estaba dispuesto a hacer todo lo posible para complacerla.

—¿Qué más deseas? —preguntó, mirándola con adoración.

Laura lo miró con una expresión de complicidad.

—Quiero que me bañes —dijo, levantándose y deslizando el vestido por sus hombros.

Javier contuvo la respiración al verla desnuda, sintiendo cómo el deseo y la sumisión se mezclaban en su interior. La guió hasta la bañera, donde el agua tibia y las burbujas la esperaban. Con movimientos suaves, la ayudó a entrar y comenzó a lavarla con una esponja, disfrutando de cada momento de intimidad.

Laura cerró los ojos, dejando que Javier la cuidara. Sabía que este era su regalo, una demostración de su amor y devoción, y estaba decidida a disfrutarlo al máximo.

—Eres increíble —murmuró, tomando su mano—. Este es el mejor regalo que alguien me ha dado.

Javier sonrió, sintiendo una oleada de felicidad. Sabía que su lugar estaba a los pies de Laura, y esta noche era la culminación de todo lo que significaba su relación.

—Te amo —dijo, mirándola con adoración. Laura lo miró, sintiendo una conexión profunda que iba más allá de lo físico. Sabía que su relación no era convencional, pero era perfecta para ellos.

—Yo también te amo —respondió, tomando su rostro entre sus manos—. Pero ahora también me has puesto muy caliente, ¿sabes lo que eso significa, no?

Javier asintió, sintiendo cómo el calor del agua lo envolvía mientras se alejó momentáneamente del baño para enviarle un mensaje al amante de su esposa. Él los dejaría solos en cuanto llegara.

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